Quererte...,
saber porque quererte
y buscando un motivo no tenerlo
o servirme casi cualquiera.
Y quererte...,
quererte por lo transparente
de las alas de las libélulas,
o la imperfecta redondez
de las naranjas,
por unos lunares perdidos en tu mano,
por unos muslos nacidos
al raso de la vainilla,
quererte por la mariposa
dormida al calor
de tu vientre fecundo.
Y quererte...,
con la locura equivocada.
Saber porque quererte
y no saber porqué.
¿Quizás la dulce lejanía
de tu voz serena,
o tu rostro amanecido
a mis noches repletas
de azules ausentes?
Quererte sin saber
y aun sin querer...,
quererte,
quererte y no saber porqué.