domingo, 23 de octubre de 2011

Bendita cena








Sus manos nerviosas se recortaban sobre el blanco del mantel mientras buscaba la palabra exacta, jugueteando con la punta de la servilleta y con unos ojos que parecían querer evitarme. Hablaba deprisa, desgranando vivencias, sin prejuicios, como hablan los niños que se saben inocentes, con la frente muy alta y la estima intacta. Se sabía atendida en su dilema y a ratos entre sorbo y pausa, la admiraba a escondidas, la amaba a hurtadillas. ¿Como evitar desear aquellos besos?, ¿como no querer comer de aquella boca? Conocía bien cada línea de su rostro, largamente estudiado, la comisura de sus labios, la mueca en sus mejillas, el vaivén de sus cejas; pero ansiaba tanto el tacto de su cuello, el secreto aroma de su pelo, mis dedos resbalando entre las telas y el contorno de su pecho abriéndose a mis manos. Entre el sopor de la cena y la soledad de un secreto solo esperaba ser el dueño alguna vez del calor de su cintura...



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