lunes, 27 de diciembre de 2010

La Toalla






Pude verla por la rendija de la puerta entreabierta, la luz del interior hacía que brillara, como si estuviera recubierta de un precioso metal y las gotas de agua corrían inquietas buscando el suave tacto de su piel. Mientras, se entretenía recorriendo con una toalla de rizo de algodón el contorno de sus caderas, los muslos y luego las piernas, se agachaba despreocupadamente, y una leve sonrisa vestía su hermoso rostro. Sabía que no debía mirarla así, a escondidas, robando sus mas íntimos secretos sin que ella lo supiera, pero aquella visión conseguía hechizarme, intentaba apartar la mirada pero volvía a buscar su cuerpo desnudo, perfecto. Entonces pude retroceder unos pasos, volver a la puerta y con un ligero carraspeo le advertí de mi presencia.

-¿Quien anda ahí? -su voz era tan dulce como su imagen.
-Soy yo, perdona la hora, quedamos hace rato pero me han entretenido unos asuntos, si te viene mal me voy.
-No importa, espera un poco, estoy en la ducha. -lo sabia.


Y entonces la vi aparecer, llevaba la toalla anudada bajo las axilas y el pelo aun escurría agua visiblemente, mientras, cogía una traba con la boca e intentaba reunir un buen moño sobre su cabeza, con los brazos en alto. Que fuerzas hice para que cayera aquella toalla; pero no, el nudo permaneció en su sitio y ella con cara extrañada me preguntó.

-¿Como has entrado?
-La puerta estaba abierta, toqué, pero nadie contestó. -le dije.
-Vaya, pues podía haber entrado cualquiera. Me seco el pelo, me pongo algo y enseguida estoy contigo, ponte cómodo. -que sutil.

Y volvió a desaparecer tras la puerta, tras ella voló aquel aroma a agua fresca que la acompañaba y la tentación de seguirla fue muy fuerte, pero me contuve. Entonces empezó a hablarme y yo me acerqué para escucharla mejor y de nuevo, pude verla. En la pared del dormitorio un espejo me devolvía su imagen mientras en el interior del baño se secaba el pelo con la misma toalla que antes la vestía, allí estaba, totalmente desnuda, mientras se inclinaba hacia delante tras soltar el pelo para separarlo y agitarlo entre los pliegues de la toalla. No sé cuantos minutos la miré, quedé completamente hechizado y no pude reaccionar hasta que vi sus ojos clavados en los míos, mirándome fijamente con la toalla sobre el pecho.

-esto no es digno de ti, te parece bonito espiarme así...

Y avanzó hacia mi, pude ver como cruzaba todo el dormitorio gracias al espejo y como se paraba tras la misma puerta en la que yo estaba, solo una delgada pieza de madera nos separaba, podía oír su aliento acelerado y podía oír mi propia respiración, mientras la miraba de reojo.

-Será mejor que te vayas. -Me dijo.
-Si, lo entiendo, pero no te quedes con esta imagen de mí. No quería molestarte, es solo que no consigo apartar tu cuerpo de mi mente. Ansío el día en que pueda tocarte, recorrer tu piel con mis dedos seria el mayor de los placeres para mi, poder besar esos labios, recorrer cada poro de tu piel, cada centímetro, conocer como a mis propias manos tus secretos mas profundos,...Lo siento, me voy.
-Espera, sigue hablando, no sabia que sintieras eso por mi, nunca has dicho nada. -susurró.
-Soy prisionero de mi propia imaginación, sueño con tus labios en los míos, mis manos arrancando lentamente tu ropa, mi boca perdida entre tu pecho, me quedo sin aliento mientras mis dedos viajan entre tus piernas, buscando tus caderas, tus nalgas, y beso tu vientre de mujer, mientras tu calor me descubre que tu sientes lo mismo por mi...

Podía ver en el espejo como su tono cambiaba, enrojecía por momentos y con los ojos cerrados y las manos apretadas sobre la toalla hacia resaltar aun mas los hermosos pechos, su respiración seguía acelerada y con voz entrecortada me dijo:

-Sigue, ¿que mas sientes?
-Siento como no puedo dejar pasar un día mas sin amarte, sin rodearte con mis brazos, te alzo sobre mis caderas y con mis manos en tus nalgas te hago dueña de mi ser, entrando entre tus muslos mientras tus senos acarician mis sentidos, tu latir y el mio se hacen uno...

Al otro lado de la puerta pude ver como sus manos se deslizaban bajo la toalla, el rostro alzado al techo pero con los ojos cerrados, la respiración cada vez mas acelerada, podía notar el leve movimiento de sus dedos bajo el rizo blanco de algodón, como el calor encendía su cuerpo y como sus piernas intentando no perder la compostura se esforzaban en no moverse demasiado rápido, una contra otra, mientras yo la miraba podía imaginar la suavidad de aquella piel, el olor de aquel pelo aún húmedo que rozaba sobre sus hombros y volví a ver como caía a sus pies la toalla blanca mientras con un rápido movimiento la puerta se cerraba a mis espaldas...




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