Ya dejé mis risas de niño junto al baúl cerrado de tus brazos de madre,
cálido abrazo
de una voz que te guarda,
te acoge,
te sabes en casa.
Ya perdí la conciencia de una vida feliz de antaño anhelada,
tu recuerdo,
una imagen,
una vela soplada,
una tarde de playa.
Ya se ahogaron mis lágrimas en el turbio mar de tus ojos negros,
curando una herida,
viniendo a mi encuentro,
es mio tu tiempo,
no llores, un beso.
Ya se fueron mis sueños rodando calle abajo, tras tu voz de ángel,
huele la tarde
a manzanas y nata,
niños riendo,
tu carita de plata.
Ya tu llanto ahogado en la almohada, ya tu voz no llegó a la mañana,
hace frío,
frío de abril,
la ciudad y los perros
me acompañan.
Ya quebraron tus huesos los grises buitres buscando alimento,
triste alegría,
camisón de seda,
pegado a tus labios
el ángel negro se queda.
Ya quedó quieto y sombrío el humilde hogar de mis ojos secos,
te busco,
te anhelo,
frío mármol,
velando tus sueños.
Ya guarde mi tristeza en el gran cajón de los sueños rotos,
duerme mi niño,
la mañana vendrá
a llevarte al colegio,
no llores, un beso.
Ya tiene mi alma el amargo descanso de tu ahogado recuerdo,
risas en la azotea,
calor de verano,
pies que corretean,
despertar temprano.
Ya no quedan cascabeles ni lágrimas, solo alma gastada,
duerme, aciaga hora,
tristes ojos negros,
mudas las alondras,
no llores, un beso.